Papa Francisco: Luchemos a diario contra el "imperio de satanás" que quiere destruirnos
VATICANO, 19 Ene.
17 / 05:43 am (ACI).-
La homilía del Papa Francisco en la Misa que celebró en la Casa Santa Marta
se centró en el Evangelio del día en el que una gran multitud sigue a Jesús e
incluso los malos espíritus reconocían que era el Hijo de Dios. El Pontífice
alertó entonces de los espíritus del mal que intentar llevar al hombre por
caminos equivocados.
Francisco habló
sobre cómo en el relato evangélico los espíritus impuros reconocían que Jesús
era el Hijo de Dios. “Esta es la verdad; esta es la realidad que cada uno de
nosotros siente cuando se acerca a Jesús. Los espíritus inmundos buscan
impedirlo, nos hacen la guerra. ‘Pero padre, yo soy muy católico, voy siempre a
Misa. Nunca, nunca tengo estas tentaciones. Gracias a Dios ¡no!”.
“¡Reza, porque
estás en un camino equivocado!”, dijo el Papa. “Una vida cristiana sin tentaciones no es
cristiana: es ideológica, es agnóstica, pero no cristiana. Cuando el Padre
lleva a la gente a Jesús hay otro que te lleva a lo contrario y te hace la
guerra desde dentro, y por eso San Pablo habla de la vida cristiana como de una
lucha: una lucha de todos los días. ¡Una lucha!”.
Se trata de una
lucha “para vencer, para destruir el imperio de satanás, el imperio del mal”. Y
para eso “ha venido Jesús, ¡para destruir a Satanás! Para destruir su
influencia sobre nuestros corazones”. Por tanto, el Padre “lleva a la gente a
Jesús” mientras que el espíritu del mal “buscar destruir, ¡siempre!”.
El Pontífice se
preguntó si realmente uno lucha contra el mal y señaló que si uno quiere ir
hacia delante “¡debes luchar!, sentir que el corazón lucha, para que Jesús
venza”.
“Pensemos como es
nuestro corazón: ¿siento esta lucha en mi corazón? Entre la comodidad o el
servicio a los otros, entre divertirme un poco o hacer una oración y adorar al
Padre, entre una cosa y la otra, ¿siento la lucha? ¿Quiero hacer el bien o hay
algo que me detiene, me vuelve ascético? ¿Creo que mi vida conmueve el corazón
de Jesús? Si no creo esto, tengo que rezar mucho para creerlo, para que me sea
dada esta gracia”.
“¿Por qué le
seguía esa muchedumbre?”, preguntó el Santo Padre. El Evangelio cuenta que
entre ellos había “enfermos que buscaban ser sanados”. Pero también personas a
las que le gustaba “escuchar a Jesús, porque no hablaba como los doctores, sino
que hablaba con autoridad” y “esto les tocaba el corazón”.
La gente “llegaba
de forma espontánea”, “no la llevaba el autobús como hemos visto muchas veces
cuando se organizan manifestaciones y muchos tienen que ir allí para
‘verificar’ su presencia, para no perder después su puesto de trabajo”.
Esta gente “iba
allí porque sentía algo” y Jesús se ve obligado a tomar una barca y alejarse un
poco en el lago. “Algunos eran curiosos, pero estos eran los ascetas, la
minoría. Era el Padre que llevaba a la gente hasta Jesús. A tal punto que Jesús
no permanecía indiferente, como un maestro estático que decía sus palabras y
después se lavaba las manos. Esta muchedumbre tocaba el corazón de Jesús”.
Francisco explicó
que ante esta realidad “Jesús estaba conmovido, porque veía a esta gente como
ovejas sin pastor” y “el Padre, a través del Espíritu Santo, lleva a la gente a
Jesús”.
El Papa aseguró
que no son los argumentos “apologéticos” los que hacen mover a las personas,
sino que “es necesario que sea el Padre el que te lleve a Jesús”.
“Que cada uno de
nosotros busque en su corazón cómo va la situación allí. Y pidamos al Señor ser
cristianos que sepan discernir qué ocurre en el propio corazón y elegir bien el
camino en el que el Padre nos lleva a Jesús”, invitó.
Evangelio
comentado por el Papa:
7 Jesús se
retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de
Galilea. También de Judea,
8 de
Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y
Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a él.
9 Entonces,
a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña
barca, para que no le aplastaran.
10 Pues curó
a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para
tocarle.
11 Y los
espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el
Hijo de Dios.»
12 Pero él
les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.
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